diumenge, 30 de març del 2008

Porto Cristo


Después de dar tres o cuatro vueltas al paseo marítimo buscando aparcamiento, decidimos callejear. Finalmente vemos un hueco en una zona azul en una calle de subida, con bastante pendiente, tanta que las aceras tienen escalones.


Después de cuatro días dando vueltas por toda la isla con el coche recién estrenado (le hacemos los primeros 600 km) aparcando en Porto Cristo rascamos el lateral junto a la rueda con los escalones para los peatones de la calle con tanta pendiente en la que hemos encontrado un hueco en la zona azul. ¿Porqué no cogimos el seguro a todo riesgo? Tenemos una franquicia de 700 €... A lo mejor no se dan cuenta. No, imposible, se ve demasiado, habrá que apechugar.


Llenamos el depósito, y nos dirigimos al aeropuerto, a devolver el coche, haremos como que no lo hemos visto y cuando nos lo digan nos haremos los sorprendidos y recordaremos que al aparcar en Porto Cristo hemos oido un ruido que hemos pensado que era la rueda contra el bordillo. Entramos al Parking, en la zona destinada a los coches de alquiler, nada más entrar, la primera zona es la de nuestra compañía, el operario nos hace una seña para que lo dejemos en el primer hueco. Si voy al tercero, justo al lado de otro coche, se va a notar que quiero ocultar el arañazo del lado del copiloto, le hago caso; salimos, me pide la llave, mientras recogemos maletas, bolsas y papeles empieza a dar vueltas alrededor del coche, en cualquier momento debe comenzar nuestra representación. Se gira hacia mí, me llama y me pide que firme el albarán de entrega con un "Todo correcto" . No se ha dado cuenta, eso es que no lo ha mirado, no puede ser. Firmo, nos apresuramos a recoger y nos vamos hacia la terminal; subimos desde la planta 0 hasta la planta 4 por las escaleras mecánicas. "¿Lo llevamos todo? ¿Y la carpetita con las reservas del vuelo? ¿La has cogido tú?", "No, yo no". La guantera, se ha quedado en la guantera. Hay que volver. Esta vez si que no tenemos escapatoria. "Esperame aquí con las maletas".


Llegamos con tres horas de antelación, y a pesar de todo no puedo evitar correr para pasar el mal trago cuanto antes y que sea lo que tenga que ser. Los tres operarios están en la garita, el coche está donde lo hemos dejado. Asomo la cabeza y balbuceo que he olvidado unos papeles. "Está abierto, tú mismo" me dicen desde dentro. Abro, recojo la carpeta y mientras cierro pienso en entrar a la garita y decirles "Nada importante, las reservas del vuelo"; cuando me doy cuenta les he enseñado la carpeta desde fuera y me dirijo a toda velocidad hacia la planta cuarta de la terminal del aeropuerto.