divendres, 12 de desembre del 2008

Dietética


Cada año, cuando llega el mes de mayo, me voy a una clínica alemana de Marbella. Una cura de desintoxicación. Para empezar, un día a régimen de fruta, luego un litro de purgante horroroso y a partir de ahí, empieza el suplicio: ¡un ayuno casi total de quince días! Y día sí día no me ponen una lavativa que no se acaba nunca. Pero amigo, cuando uno creía que iba a acabar hecho polvo, ¡quia! Empiezan a nacerle energía de todas partes [···]. Pidió a una secretaria la dirección de la clínica Buchinger y se la dió a Carvalho. [···] Yo hago footing cada mañana por los alrededores de mi casa, en Pedralbes [···].
 - ¿A qué hora?
 - A las siete de la mañana.
 - Yo a estas horas me levanto y me hago un par de huevos fritos con chorizo [···]
 - No olvide lo de la clínica. Nada hay tan sano como unas buenas lavativas.
"Adiós [···] - pensó Carvalho -; que tengas una sana muerte."

dimarts, 9 de desembre del 2008

Todo se contagia menos la hermosura

Hoy (9/12/2008) Quim Monzó empieza su columna de La Vanguardia así:

Desde niño me fascina esa explicación que a veces ponen al pie de un artículo, acompañando el nombre de quien lo firma: "escritor y periodista". [···] Es una fórmula tan ridícula como si escribiesen: "Rafael Nadal, deportista y tenista". Yo siempre atribuía esa ridiculez machaconamente repetida a la poca consideración en la que a menudo se tiene a los periodistas. Lo veía como un mecanismo inconsciente para dignificar a esa persona en cuestión, como diciendo: es periodista, pobrecito, pero es de los buenos, sabe escribir. Es esa una poca consideración generalizada, de la que los principales culpables son los mismos periodistas. Unos por su dejadez, porque tanto les da un punto como un punto y coma, un adjetivo como otro. Otros porque son ellos los primeros en menospreciarse.

y termina diciendo que como es posible que haya placas conmemorativas de "Escritor y novelista", o incluso de "Escritor y poeta".
Idolatrado Quim: Tu columna me ha hecho reflexionar y yo me pregunto: ¿No será que estas placas las hayan escrito periodistas? Por un lado hoy día el hecho de ser periodista no implica saber escribir, sino que sin saber a ciencia cierta de (casi) nada, son capaces de escribir (hablar) de (casi) todo, y dar su opinión, y además han conseguido que esta opinión (independientemente del color rosado, amarillento, ...) sea más considerada que la de los expertos. Por ello creo que quizás no esté de más esta redundancia, siempre y cuando no se utilice por sistema, independientemente de la capacidad del periodista para escribir...


dimarts, 2 de desembre del 2008

Toma de decisiones

¿Qué conferencista logra hoy colmar un auditorio de 2500 ejecutivos y empresarios, muchos con sus mujeres e hijos, y hablar durante una hora y media sin que vuele una mosca?

Fernando Parrado, uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes, a 36 años de aquella historia que asombró al mundo, consiguió anteayer más que eso: conmover a un foro de negocios y capacitación empresarial al transmitir las simples moralejas que le dejaron vivir 72 días en plena Cordillera sin agua ni comida.

Fue durante la jornada de cierre de ExpoManagement 2008. Su presentación, un monólogo sin golpes bajos acompañado por videos e imágenes de la montaña, tuvo dos etapas bien diferentes.
En la primera narró, con un relato íntimo repleto de anécdotas, los momentos que lo marcaron de aquella odisea a 4000 metros de altura en la que perdió a buena parte de sus amigos, además de su madre y su hermana.

"¿Cómo es posible sobrevivir donde no se sobrevive?", se preguntó. "Sobrevivimos porque hubo liderazgos, toma de decisiones y espíritu de equipo, porque nos conocíamos desde mucho antes", dijo.

Y arrojó un primer disparador. "En la vida el factor suerte es fundamental. Cuando llegué al aeropuerto de Montevideo no daban número de asiento para el avión. A mí me tocó, de casualidad, la fila 9, junto a mi mejor amigo.

Cuando el avión chocó en la montaña, se partió en dos. De la fila 9 para atrás no quedó nada. Los 29 sobrevivientes al primer impacto viajaban en la parte que quedó a salvo."

"De ellos –dijo-, 24 no sufrieron un rasguño. Así, los menos shockeados empezaron a ayudar, actuando como un verdadero equipo. Administramos barritas de chocolate y maní al punto de comer un grano por horas cada uno. Marcelo, nuestro capitán y líder, asumió su rol para contenernos cuando le preguntábamos qué pasaba que no llegaba el rescate. Decidimos aguantar."
Pero días después el líder se desmoronó. La radio trajo la noticia de que había concluido el rescate.

"¿Cómo hubieran reaccionado ustedes? –Desafió a la audiencia–. El líder se quiebra, se deprime y deja de serlo. Imagínense que yo cierro esta sala, bajo la temperatura a -14 grados sin agua ni comida a esperar quién muere primero." Silencio estremecedor de la primera a la última fila.

"Ahí me di cuenta de que al universo no le importa qué nos pasa. Mañana saldrá el sol y se pondrá como siempre. Por lo tanto, tuvimos que tomar decisiones.

En la noche 12 o 13 nos dijimos con uno de los chicos: «¿Qué estás pensando?» «Lo mismo que vos. Tenemos que comer, y las proteínas están en los cuerpos.» Hicimos un pacto entre nosotros, era la única opción. Nos enfrentamos a una verdad cruda e inhumana."

Desde la primera fila, decenas de chicos llevados por sus padres escuchaban boquiabiertos. Parrado apeló a conceptos típicos del mundo empresarial. "Hubo planificación, estrategia, desarrollo.

Cada uno empezó a hacer algo útil, que nos ayudara a seguir vivos: zapatos, bastones, pequeñas expediciones humanas. Fuimos conociendo nuestra prisión de hielo."

"Hasta que me eligieron para la expedición final, porque la montaña nos estaba matando, nos debilitaba, se nos acababa la comida. Subí aterrado a la cima de la montaña con Roberto Canessa. Pensábamos ver desde allí los valles verdes de Chile y nos encontramos con nieve y montañas a 360 grados. Ahí decidí que moriría caminando hacia algún lugar."

Entonces sobrevino el momento más inesperado. "Esta no es la historia que vine a contar", avisó. Y contó que su verdadera historia empezó al regresar a su casa, sin su madre y su hermana, sin sus amigos de la infancia y con su padre en pareja nuevamente.

"¿Crisis? ¿De qué crisis me hablan? ¿Estrés? ¿Qué estrés? Estrés es estar muerto a 6000 metros de altura sin agua ni comida", enfatizó.

Recordó un diálogo fundamental que tuvo con su padre, que le dijo: "Mirá para adelante, andá tras esa chica que te gustaba, tené una vida, trabajá. Yo cometí el error de no decirle a tu madre tantas cosas por estar tan ocupado".

Y cerró, determinado: "Las empresas son importantes, el trabajo lo es, pero lo verdaderamente valioso está en casa después de trabajar: la familia. No se olviden de quien tienen al lado, porque no saben lo que va a pasar mañana."

Lic. Jorge Spinetta
Nota publicada en el diario La Nación.

Fuente: http://ictnet.es