dimarts, 9 de desembre del 2008

Todo se contagia menos la hermosura

Hoy (9/12/2008) Quim Monzó empieza su columna de La Vanguardia así:

Desde niño me fascina esa explicación que a veces ponen al pie de un artículo, acompañando el nombre de quien lo firma: "escritor y periodista". [···] Es una fórmula tan ridícula como si escribiesen: "Rafael Nadal, deportista y tenista". Yo siempre atribuía esa ridiculez machaconamente repetida a la poca consideración en la que a menudo se tiene a los periodistas. Lo veía como un mecanismo inconsciente para dignificar a esa persona en cuestión, como diciendo: es periodista, pobrecito, pero es de los buenos, sabe escribir. Es esa una poca consideración generalizada, de la que los principales culpables son los mismos periodistas. Unos por su dejadez, porque tanto les da un punto como un punto y coma, un adjetivo como otro. Otros porque son ellos los primeros en menospreciarse.

y termina diciendo que como es posible que haya placas conmemorativas de "Escritor y novelista", o incluso de "Escritor y poeta".
Idolatrado Quim: Tu columna me ha hecho reflexionar y yo me pregunto: ¿No será que estas placas las hayan escrito periodistas? Por un lado hoy día el hecho de ser periodista no implica saber escribir, sino que sin saber a ciencia cierta de (casi) nada, son capaces de escribir (hablar) de (casi) todo, y dar su opinión, y además han conseguido que esta opinión (independientemente del color rosado, amarillento, ...) sea más considerada que la de los expertos. Por ello creo que quizás no esté de más esta redundancia, siempre y cuando no se utilice por sistema, independientemente de la capacidad del periodista para escribir...